Ayer fuimos testigos del último debate del bipartidismo. Así lo bautizaron tanto Albert Rivera como Pablo Iglesias en el post-debate y no les faltó razón. El "cara a cara" de anoche que organizaba la academia de la televisión (prima hermana de telerajoy, lo que se venía conociendo como televisión española) fue fiel a los principios dictados desde la Moncloa. Rajoy quería un debate como los de toda la vida, cara a cara contra el líder de la oposición, excluyendo a todos los demás. Y la academia de la tele ha cumplido, y con creces. Lo que anoche pudimos ver nos retrotrajo a los viejos debates del siglo XX, hasta el decorado fue cómplice con nuestra memoria, casi podríamos haberlo visto en blanco y negro.
Se enfrentaron los dos lideres de los viejos partidos echándose en cara mutuamente la paja del ojo ajeno, como ya nos tienen acostumbrados en el congreso, solo que esta vez estaban a dos metros de distancia el uno del otro, pero el resultado fue el mismo: un debate aburrido, caótico, con un moderador que no moderaba y unos lideres que parecían más bien discípulos de los tertulianos de Sálvame, irrespetuosos, exaltados. Pudimos verlos hasta lanzandose improperios. En uno de tantos arranques del señor Sánchez llegó a llamar al candidato del PP "persona sin decencia" a lo que Mariano Rajoy le respondió, no sin torcer el gesto y sin poder evitar mostrarse nervioso, tildándolo de "ruin, mezquino y miserable". Desde luego, esto elevó el debate a un nivel nunca imaginable. Había transcurrido una hora de debate aburridísimo cuyo principal protagonista fue el "y tú más" aunque tuvieran que ir a buscar sus raíces a épocas de Aznar o González. Pero desde luego, después de ese cruce de insultos, el debate cambió. El bueno de Mariano no pudo controlar por más tiempo sus nervios y empezó a verse la verdadera cara del presidente, sobretodo ante el acoso de Sánchez martilleando con la corrupción y los recortes (muy al pesar del moderador Campo Vidal que insistía en hablar de Cataluña). Rajoy aguantó los últimos 20 minutos como buenamente pudo, ante un Pedro Sánchez que debería haber aprovechado para sentenciar el partido pero no supo.
Resumiendo: Rajoy salió del debate como el que pide tiempo en un partido de futbol, dando gracias a la Virgen de la Almudena por salir vivo ante tantos ataques. Aunque Sanchez tampoco puede sacar mucho pecho del encuentro. Atacar al presidente hablando de corrupción y recortes, eso lo hace hasta mi perrita (y eso que solo sabe ladrar!). El lider del PSOE saldría contento tras haber puesto contra las cuerdas al presidente pero muchos nos hemos quedado con ganas de más. Además del qué, también es importante el cómo, y ahí Pedro Sanchez pecó de impulsivo y prepotente, confundió la desvergüenza con el ímpetu, hasta el punto de comenzar un intercambio infantil de insultos con su adversario. De haber estado sentado en esa silla el señor Rivera o el señor Iglesias hubiéramos visto más argumentos y menos chulería. Pero bueno, es lo que hay, y Rajoy bien que lo sabía. Se presentaba al debate seguro de ganarlo, infravalorando a su adversario al que no tomaba como un gran político (que no lo es), y salió de él casi pidiendo perdón (el momento más memorable de la noche fue cuando admitió casi a regañadientes que si había recortado la prestación del desempleo "se habían modificado unas pequeñas modificaciones" después de cinco minutos interminables de insistencia por parte del señor Sánchez).
La prensa de hoy se pregunta quién ganó el debate. Muchos señalan al lider del PSOE, en algunos señalan al lider del PP, aunque también hay diarios que recogen el verdadero sentir de la gente y marcan la opción de "ninguno". Y tienen razón, porque en el debate de ayer no ganó ni la democracia. Muchos deseamos con fervor que sea el último de su especie. Los tiempos cambian, las modas, las costumbres, y si, también la política debe cambiar, dar paso a lo nuevo y que las rancias costumbres se queden guardadas en algún cajón bajo llave para que no vuelvan a salir más. Nunca más.