Julio es un mes muy malo para pensar. Demasiada calor y demasiadas horas trabajando al sol. Hoy, les dejo un artículo de Beatriz Gimeno en el que trata sobre el trabajo y lo que nos espera -posiblemente- en el futuro. Disfrútenlo:
Con los millones de parados que hay en este país es normal que el 
paro se haya convertido en la principal preocupación para todo el mundo.
 Así que todo el mundo entiende que el gobierno afirme enfáticamente que
 todos sus esfuerzos están centrados en bajar el paro, la oposición diga
 que hay que hacer lo posible para rebajar esa cifra y los medios de 
comunicación estén centrados en el asunto. Por la misma razón si las 
cifras del paro descienden, eso se convierte automáticamente en noticia,
 en buena noticia.
Pero hay que tener cuidado porque puede pasar, está pasando, que las 
cifras del paro se utilicen para enmascarar que, en realidad, trabajar 
ya no garantiza ganar lo suficiente para vivir. Una de las consecuencias
 de la debacle social y laboral que estamos viviendo, que no es más que 
un ataque en toda regla a las condiciones de vida de la gente corriente,
 es que el trabajo ya no es el medio por el que una persona se asegura 
una vida más o menos digna. Se puede trabajar y ser pobre, se puede 
trabajar y no tener para satisfacer las necesidades básicas. Trabajar, 
si el trabajo no vale nada, puede llegar a ser no mucho mejor que estar 
en paro, se pude trabajar, y trabajar mucho, y que ese trabajo ni 
siquiera garantice escapar de la pobreza. Pero esta realidad se mantiene
 invisible.
Es más, podría ocurrir que al considerar el paro como el mayor y casi
 único problema económico que tiene la gente –y no sus condiciones de 
vida- se llegue a suponer que trabajar, como sea y en las condiciones 
que sea, termina con el problema; si llegamos a convencernos de que lo 
que necesitamos es trabajar a cualquier precio, esto terminará validando
 cualquier medida que se tome para acabar con el desempleo y, además, si
 las cifras de éste efectivamente disminuyen, y disminuyen mucho, esto 
parecerá un éxito. Pero ¿qué pasa si baja el paro pero aumenta mucho la 
desigualdad, e incluso la pobreza? ¿Y qué pasa si baja el paro a costa 
de que el trabajo se convierta en algo que no tiene ningún valor en el 
mercado; en algo que apenas permite vivir? Puestos en esta tesitura, en 
la paulatina invisibilización de las condiciones de trabajo, cualquiera 
termina con el paro: no hay más que volver al trabajo pagado al límite 
de la subsistencia y la contratación crecerá. Quien no tiene otra cosa 
que su salario, simplemente no tiene opciones.
Según los datos que acaba de publicar la Agencia Tributaria, casi 7,5
 millones de trabajadores, en concreto, 7.454.224 contribuyentes, 
declararon en 2011 unos ingresos inferiores a 1.000 euros al mes. Aún 
recuerdo cuando apareció la palabra “mileurista” para definir a un 
trabajador/a explotado, el que estaba más abajo en la escala laboral. 
Solían ser jóvenes bien formados y ese trabajo de mileurista solía 
también ser su primer trabajo. Ser mileurista aparecía entonces como 
síntoma del abaratamiento del trabajo y de la imposición de condiciones 
laborales de explotación, que solían cebarse en los jóvenes sin 
experiencia. Ahora ser mileusrista es lo normal, es incluso tener 
suerte.
Esta senda no es nueva. De hecho, recordemos que, históricamente, los
 únicos que han trabajado han sido los pobres. Toda está épica 
neoliberal del esfuerzo y del trabajo para conseguir una vida mejor es 
rotundamente falsa. El trabajo jamás ha sido lo que ha proporcionado una
 vida mejor; ha sido la lucha del movimiento obrero por salarios dignos y
 por mejores condiciones de vida, lo que ha podido proporcionar, en 
algunos lugares del mundo y en un periodo histórico muy concreto, una 
vida mejor.
Ahora, los poderes financieros han decidido que, de nuevo, el trabajo
 no valga nada. Quieren volver a las condiciones del siglo XIX, cuando 
trabajar mucho no garantizaba en absoluto salir de la pobreza extrema e 
incluso casi era al contrario: trabajar mucho era condición de pobreza. 
Además de la lucha nos queda el consuelo de saber que aquello acabó como
 acabó, con las revoluciones obreras que recorrieron Europa en ese 
siglo. Por lo pronto, y visto que aquí no estamos para revoluciones, más
 vale que te vayas dando cuenta, si dependes de tu salario para vivir no
 eres clase media, eres clase trabajadora y van a por ti. Con tu 
salario, ellos se compran esos yates que ahora, y según decisión de este
 gobierno y de esta misma semana, pagan menos impuestos. ¿Quién ha dicho
 que Rajoy no baja los impuestos?
[FUENTE: elplural.com] 


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