Pablo Echenique-Robba escribe desde hace tiempo artículos de opinión en eldiaro.es, y lo que hoy les dejo aquí es parte de uno de sus artículos que me ha parecido bastante interesante, aunque eso mejor júzguenlo ustedes mismos:
Leo  en El País que el rey de Holanda (entre oropeles y en un castillo) explicó recientemente a sus conciudadanos (perdón, súbditos) que:
 
 El paso hacia una sociedad participativa es particularmente notable en 
la seguridad social y en los que necesiten cuidados de larga duración. 
Es precisamente en esos sectores donde el clásico Estado del bienestar 
de la segunda mitad del siglo XX ha producido sistemas que en su forma 
actual ni son sostenibles ni están adaptados a las expectativas de los 
ciudadanos.
 Es decir, que ya no llega para 
garantizar las redes de seguridad social, laboral y médica a las que los
 holandeses estaban acostumbrados, y que no queda más remedio que llevar
 a cabo una política de sálvese quien pueda (perdón, "sociedad 
participativa") si se quiere seguir manteniendo el nivel de vida... El 
nivel de vida, esto es, del rey y de los multimillonarios holandeses.
 Para muchos de nosotros, resulta obvio lo que está pasando estos 
últimos años. Tan obvio que el uso de eufemismos absurdos como "sociedad
 participativa" nos resulta insultante. Nos confirma la fuerte sospecha 
de que la impunidad de los poderosos es tan grande (y tan claramente 
percibida como tal por ellos mismos) que no tienen ningún reparo en 
tratarnos como a idiotas y, posiblemente, tras sus caros portones de 
madera tallada, echarse unas risas a nuestra costa.
 Lo más triste del todo es que (los días que uno se levanta pesimista) parece que tienen toda la razón del mundo.
  Nos roban 37.000.000.0000€
 a todos (unos 1.000€ por español) para tapar los desmanes de un sistema
 bancario que llevaba 30 años jugando a la ruleta con las hipotecas y 
los derivados.  Sólo les cuesta 2.600.000€
 convencernos de que no sólo no íbamos a perder nada con este 
maravilloso trato, sino que además íbamos a salir ganando. La factura 
del  marketing también la pagamos nosotros, por 
supuesto, pero contentos de que sea tan poca cosa. Muchos de los 
directivos de las entidades que han destrozado la economía, justo antes 
de irse, se autoadjudican  sobresueldos millonarios. Mientras tanto, las mismas entidades  cierran oficinas y despiden trabajadores. Dejan a miles de familias  sin casa
 porque ya no pueden pagar el alquiler o la hipoteca, mientras tienen 
pisos vacíos en sus manos que venden a la peor rapiña del sistema 
financiero para hacer caja. Mientras la gente se suicida, el que fue 
ministro de Economía durante la época de mayor ludopatía capitalista que
 se recuerda, y después máximo encargado de acabar de hundir la mayor y 
más desastrosa caja de España (responsable de muchos de los desahucios y
 de gran parte de los 37.000.000.000€ robados),  es contratado
 como un delantero centro por el Banco Santander, uno de los máximos 
beneficiarios de este expolio de lo público. Mientras una gran parte de 
la población  pasa penurias, las grandes empresas  aumentan sus beneficios (muchas veces a costa de  hacer trampas con los impuestos).
 Y las encuestas dicen que  votaremos a los mismos. Vamos, que nos gusta el látigo...; nos gusta tanto que hasta lo pagamos nosotros.
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